LOS PUENTES QUEMADOS



(Basada en una historia real)

ACTRIZ 1: Somos actrices, venimos a contar una historia, porque eso hacemos, contar historias.
ACTRIZ 2: Las historias que contamos no procuran tener moraleja, no quieren dejar enseñanzas, no toman posición.
ACTRIZ 3: Contamos historias para que se generen más preguntas, y más, y más… porque preguntando se pueden develar pequeños vestigios de la verdad.
ACTRIZ 4: Esta historia que contamos sucedió.  Nosotros imaginamos cómo puede hacer sucedido. Dejamos espacios en blanco, quizás las preguntas que nos queden también nos sirvan para completar esos espacios.
ACTRIZ 1: Como jugamos a contar, porque contamos jugando, jugamos con ustedes. Y ustedes jugarán aceptando que las edades de nosotras, las actrices, poco tiene que ver con la de los personajes que asumimos, esa convención es parte de nuestro juego.
ACTRIZ 2: El escenario está casi vacío, hemos querido despojar lo que contamos de todo tipo de artificio, o casi, y exponer una aproximación al realismo crítico, como quería Brecht.
ACTRIZ 3: No nos limitamos a la producción de apariencias, ni a una copia de la realidad. No buscamos una reproducción fotográfica, sino que tratamos de significar esta porción de historia.
ACTRIZ 4: No tratamos de reproducir las cosas reales, sino de mostrar cómo son las cosas realmente.
ACTRIZ 1: Volviendo a Brecht, procuraremos en esta noche que el teatro no sea un espejo de la realidad, sino un martillo para darle forma.
ACTRIZ 2: Quizás haya momentos que los emocionen, si los hubiera –no aseguramos que eso suceda-, juguemos a fijar esa emoción para disparar más preguntas, para entender su por qué.
ACTRIZ 3: Porque contar historias es rescatarlas de la desmemoria, forzar el olvido del olvido.
ACTRIZ 4: Y nosotras, sin duda alguna, jugando a contar, significamos la memoria. Porque sin memoria, no somos… Juguemos en este rato, por esa memoria, que nos debemos.
ACTRIZ 1: Yo jugaré a la Madre.
ACTRIZ 2: Yo seré Clara, la hija menor.
ACTRIZ 3: Yo, Victoria, la mayor.
ACTRIZ 4: Y yo seré la Periodista (Las cuatro están siempre en escena. Se sugieren cortes explicativos de las circunstancias históricas descriptas, según se considere oportuno)

CLARA: ¿Mate, café, un té?
MADRE: No, no… No quiero nada.
CLARA: ¿Vasito de vino tal vez?
MADRE: No estaría mal. Pero no, dejame. Es muy temprano para tomar vino.
CLARA: La ocasión lo amerita, ¿no? Dale. Te traigo.
MADRE: No, no, no, Clarita. Estoy bien así. Gracias. ¿No tenés que volver a tu casa, no tenés nada que hacer?
CLARA: Epa, ¿me estás echando?
MADRE: Qué pavada, por supuesto que no. Pero nunca estás por acá a estas horas.
CLARA: ¡Mirá si me voy a perder el reportaje que te van a hacer!
MADRE: Bueno, si lo decís así me ponés más nerviosa. Tu hermana insistió e insistió con traer a esa periodista, y ya sabés cómo es Victoria… No deja de molestar hasta que no consigue lo que quiere. Salió idéntica a tu padre en eso.
CLARA: Una rompebolas, eso es lo que es. Pero esta vez: ¡bien por ella! Al menos escuchando lo que vas a decir me voy a enterar un poco más de aquello.
MADRE: Pero si ya sabés lo que hay que saber.
CLARA: Sé lo poco que contás. Siempre contaste lo mínimo indispensable. Por eso, por ahí, te soltás un poco y conocemos más detalles.
MADRE: No hay detalles. Es lo que les he contado siempre. No sé qué otra cosa esperás. Además no me gusta hablar del tema.
CLARA: ¿Por qué?
MADRE: ¿Y a vos que te parece?
CLARA: No sé, por eso te pregunto. ¿Por qué lo evitás?
MADRE: Porque me provoca dolor. Tristeza. Porque después de eso nunca más vi a tu padre, ¿te parece poco?
CLARA: Lo que yo creo es que nada que se oculte sirve. Cuando las cosas se pueden contar, compartir, duelen menos. Meter la basura debajo de la alfombra no sirve para nada.
MADRE: Eso decís vos.
CLARA: No lo digo solo yo. Gente que vivió lo que vos viviste también lo dice.
MADRE: Cada uno es como es y anda siempre con lo puesto.
CLARA: No me contestes con una frase de Serrat. Siempre usas a otro para evadir tus propios temas.
MADRE: Bueno, basta Clarita. No te pongas pesada. Tenemos la misma discusión desde que me acuerdo y ya sabés cuál es mi respuesta.
CLARA: ¡Qué mujer terca!
MADRE: ¿Y por casa cómo andamos?
CLARA: Lo que se hereda no se roba… te contesto con una frase tuya. (Pausa) Al menos estarás contenta con la sentencia a Brandán y los otros, ¿no?
MADRE: Claro, ¿qué te parece?
CLARA: A mi me parece fantástico que todos esos represores hijos de mil putas vayan en cana. Los que te secuestraron, a vos y a papá… Son los que desaparecieron al viejo, los que te tuvieron ocho meses secuestrada. A ustedes y a tantos otros. Pero si eso además sirve para que puedas contar, hablar, liberarte, mil veces mejor… pero no me decís lo que te produce a vos. No hablás, no mostrás nada, vieja.
MADRE: ¿Vos sugerís que mi supuesto silencio era por miedo?
CLARA: No sé si miedo… en todo caso…
MADRE: En todo caso, nada. No me analices Clarita. Lo que tenía para contar lo he contado. Lo que tenía que decir, lo dije. Brandán fue condenado. Era impensable hace pocos años, pero eso no me devuelve a tu papá, ni me devuelve… la libertad que me quitaron entonces. Tu hermana conoció a esta periodista que quiere que cuente mi historia, me convenció y punto. No busques cosas que no hay.
CLARA: Bueno. Te salió la tana de adentro. No te enojes, vieja. Dejémoslo ahí. No tengo ganas de pelear. Ya está. En serio. ¿Querés que prepare mate?
MADRE: No, Clara, no quiero nada.
CLARA: ¡Pero qué carácter!
MADRE: Es que llega un punto en que me agotás.
CLARA: Bueno. Me quedo callada y sentadita mientras llega Victoria con la periodista.
MADRE: Mejor así.
CLARA: Cualquier cosa que quieras, me la pedís.
MADRE: ¡Clara! (Se sienten movimientos y voces fuera de escena) ¡Ahí llegaron! Portate bien. Ya no sos una nena para que te esté retando. ( Se incorporan Victoria y la Periodista) Hola, ¿cómo están? Adelante, adelante. Vicky, ¿cómo estás? ¿Los chicos?
VICTORIA: Bien, ma, bien. Mañana te los traigo. Quieren ir de compras con vos. Te presento, ella es la periodista de la que te hablé. Mi mamá, mi hermana Clara…
PERIODISTA: Hola. Encantada, señora. Mi nombre es Gabriela…
MADRE: ¿Gabriela? Ah, pero somos tocayas, entonces. Y no me digas señora, ¡qué feo!
CLARA: Hola Victoria. Un gusto, Gabriela, encantada de conocerte. Sentate, sentate.
MADRE: ¿Vos trabajás en la tele?
PERIODISTA: No, no, en televisión no.
MADRE: Es que tu cara me resulta conocida. A ver, dejame mirarte bien. Sí, sí. Yo te he visto antes, ¿seguro que no estuviste alguna vez en televisión?
PERIODISTA: No, seguro.
MADRE: Mirala, Clarita, ¿no te resulta familiar?
CLARA: Bueno, mamá, ya te dijo que no. Seguro que la hemos cruzado alguna vez, después de todo no vivimos en una ciudad tan grande.
PERIODISTA: Pero no soy de acá.
CLARITA: ¿Ah, no? ¿De Buenos Aires?
PERIODISTA: Vengo de Entre Ríos, de Concordia, de ahí soy.
VICTORIA: Che, parece que la estuvieran entrevistando a ella. Pórtense bien, chicas. No se pongan los ruleros.
MADRE: Es verdad, disculpanos Gabriela. Estoy un poquito nerviosa con la nota.
PERIODISTA: Tranquila.
CLARA: ¿Preparo algo, café, mate, té?
MADRE: No empecés.
VICTORIA: Yo quiero mate, ¿vos, Gabriela?
PERIODISTA: También. Está muy bien, pero no se molesten por mi.
VICTORIA: Por mi, por mi. Muero por un par de mates.
CLARA: ¿Amargos o dulces?
PERIODISTA: Yo tomo amargo, pero como ustedes acostumbren.
CLARA: Amargos, por supuesto. Ahí voy a prepararlos. Es de la nuestras.
VICTORIA: Si. 
MADRE: Cuando quieras, empezamos. Si vas a hacer algo, hazlo rápido, ¿no?
PERIODISTA: Como usted disponga.
MADRE: Y dale. No me trates de usted. ¿Tan vieja parezco?
PERIODISTA: No. No es por eso, una cuestión de respeto nomás. Pero bueno, haré el esfuerzo de tutearte. No es seguro que me salga. ¿Arrancamos?
MADRE: ¿No grabás o algo así?
PERIODISTA: ¿Eh? No, no. Yo… tomo notas, anoto. Trabajo más sobre el concepto.
MADRE: Bueno… pero no vas a andar poniendo cualquier cosa después. Es broma. Cada cual trabaja como mejor sabe. Preguntá nomás.
CLARA Che, esperen, esperen. Que ahí voy con el mate.
VICTORIA: ¡Clara! No te desubiques.
CLARA: (Comienza a cebar. Esta situación se mantendrá durante casi todo el tiempo) No me retés. ¡Quiero escuchar!
VICTORIA: Shhh
CLARA: Ufa.
PERIODISTA: Bueno. Cuénteme…eh, contame cómo fueron las causas y condiciones para tu detención. Mejor dicho, la de ambos, porque si no recuerdo mal a usted, vos y tu marido los secuestraron juntos, ¿verdad?
MADRE: Así es. Por julio del 79 fue. En la madrugada del 3, para ser precisos. Una patota a cargo de quien después sabría que era el Sapo Brandán nos sacó a los tirones de mi casa. No de esta, otra en la que vivíamos con Ramón y las dos nenas hacia el lado del Parque. Llévabamos poco de casados, 4 años. Victoria tenía 3 años, y Clara estaba a punto de cumplir 1.
CLARA: No me acuerdo de nada, de nada… Perdón. Simple acotación.
VICTORIA: Yo tengo imágenes borrosas, difusas, como de un sueño, pero eso ya te conté Gabriela. Me acuerdo más de la ausencia de ellos que de esa noche.
MADRE: Por suerte unos vecinos se despertaron con todo el bochinche. En realidad, se despertó todo el barrio, pero ellos, los Almeida, unos paraguayos que vivían pegados se dieron cuenta enseguida de cómo venía la mano. La señora, Dorinda, se quedó con las nenas y José, el marido, salió a buscar a mis viejos, así que las nenas quedaron cuidadas. Dorinda entró cuando a mi me metían en el Falcon, la alcancé a ver por lo que en el medio del terror, al menos eso, me dejo tranquila.
CLARA: Para nosotras Dorinda, es la tía Dori. Es como de la familia.
VICTORIA: Cómo, no. Es de la familia. Porque en esas cosas se ve la madera de la gente. José era el tío José, falleció hace unos años.
PERIODISTA: Una mano tendida.
MADRE: En la peor de todas las oscuridades siempre hay una llamita. No lo leí en un sobrecito de azúcar. Es algo que aprendí en esos 8 meses y en toda la búsqueda posterior, la búsqueda de Ramón, mi marido.
PERIODISTA: Y ustedes, ¿militaban, qué hacían, para que los secuestraran?
MADRE: Ramón había participado bastante hasta el golpe, y poco tiempo más. Te imaginarás que a esa altura del 79 la cosa no daba para mucho. Perejil. Como yo, que apenas si era delegada de mi sector de la fábrica. No había muchos motivos, pero tampoco los precisaban. No sé por qué. Tampoco es que yo era una delegada combativa. Hacía lo que se podía… más allá de eso…
CLARA: Y que los dos eran peronchos…
MADRE: Eso también. Y aclaro, sigo siendo peronista. Nunca dejé de serlo. Aunque me dieron ganas de dejarlo en los 90.
CLARA: Peronistas e hinchas de Boca. Todos en esta casa somos (junto a Victoria) peronistas e hinchas de Boca.
MADRE: Y sí, porque lo que se hereda…no se roba (lo dicen las tres a coro, lo que les provoca risas)
VICTORIA: Para nuestras virtudes y nuestros defectos, mamá siempre ha tenido esa frase, a lo largo de los años.
PERIODISTA: Yo también soy hincha de Boca.
CLARA: ¿Y peronista?
PERIODISTA: ¿Cuánto tiempo la tuvieron detenida? Te tuvieron.
MADRE: Ocho meses. No tanto en realidad. Una eternidad cuando lo vivís. En un edificio abandonado que todos conocíamos como el Estacionamiento. Con otras 10 ó 12 mujeres. Me tuvieron que soltar después porque yo no sabía nada, pero nada de nada, y porque tuve suerte en esa desgracia, porque tantos otros que no sabían nada no pudieron contarla.
CLARA: Como papá.
MADRE: Como tu padre, por ejemplo. Ramón no apareció nunca más. Alguien lo vio en la fábrica, los trataban mal, muy mal. El compañero que lo reconoció dijo que estaba flaco, muy golpeado. Que posiblemente lo trasladaron a fines de los 80.
VICTORIA: Y trasladar significaba la muerte.
MADRE: Nunca dejé de buscarlo.
PERIODISTA: ¿Y Brandán?
MADRE: Era el jefe de todo eso. Un ser despreciable. Una mierda de persona. Y perdoname la palabrota.
CLARA: Mamá es de la vieja escuela, no dice lo que ella considera malas palabras delante de quien no sea familia.
PERIODISTA: Podés sentirte libre de decir lo que sea.
MADRE: ¿Te vas a acordar de todo, nena? Porque me mirás con esos ojos grandotes y no anotás nada.
PERIODISTA: Si, retengo cada detalle, sin ninguna duda. ¿Te torturaron mucho? (La pregunta provoca la incomodidad de la madre, Clara se sorprende y Victoria hunde su mirada en el piso)
MADRE: ¿Qué?
PERIODISTA: Si te torturaron mucho.
MADRE: Bueno… no sé qué importancia tiene eso.
PERIODISTA: La verdad siempre es importante.
MADRE: ¿Según quién?
CLARA: Lo de siempre. Llegado a este punto se queda callada y no dice una palabra más. No te esforcés, Gabriela, que esta tocaya tuya es un muro de silencio cuando quiere.
VICTORIA: ¡Clara!
CLARA: ¿Qué? Años hace que lo intentamos, que queremos que comparta con nosotras lo que sea que le haya pasado. Y no se puede, nunca se puede.
VICTORIA: Basta, Clarita, en serio.
CLARA: ¿Te ponés en hermana mayor, ahora? Decime, desde que éramos pendejas que queremos saber, porque necesitamos saber, ¿entendés? Porque somos tus hijas y necesitamos saber qué te pasó, qué te hicieron, necesitamos saber de tu dolor para que no lo cargues vos sola, es demasiada mochila para una sola mujer, ¿no te parece?
VICTORIA: ¡Terminala, Clara!
CLARA: ¿Pero qué pasa, no puedo hablar? ¿Volvió la represión? ¿O acaso vos no te angustias por no saber?
VICTORIA: Si, pero…
MADRE: (Neutra) Sí. Me torturaron, claro que sí. Como a todas. No se salvaba nadie ahí adentro. Ni jóvenes, ni viejas. Ni gordas, ni flacas. Para eso sí que no había diferencias. El dolor, la picana, el agua fría, eso era cosa de todos los días. Golpes, picana, frío… Lo usual. Y si no hablé, si no canté,  es porque no sabía nada. Pero nada… no me daba ni para inventar. Y les digo más: si hubiese sabido algo lo hubiese dicho. Todo. No era ni una heroína, ni una combatiente, nada, nada. Solo una mujer que estaba en el momento equivocado con los tipos equivocados en una época equivocada. ¿Te sirve de algo saber eso, Clarita? ¿Te hace sentir mejor? ¿Sentís que estás compartiendo mi dolor?
CLARA: Mamá…
MADRE: ¿Te das cuenta? Ni a vos, ni a mi, ni a tu hermana nos cambia un ápice saber esa verdad. Más que verdad, un doloroso recuerdo. ¿Te parece que sirve para algo? En todo caso, contarlo me llena de malas vivencias, de fantasmas pútridos que me acechan cada noche, ¿quién quiere compartir sus fantasmas? ¿Crees que por contarlo los alejo? No, al contrario, vuelven con fuerza, a hacerme sentir el recuerdo del dolor, que es como el dolor mismo.
VICTORIA: ¿Brandán te torturaba, vieja?
MADRE: El Sapo, el Panza, el Chino y el Viejo. No podré sacarme más esos apodos de la cabeza. Esos eran los tipos que a cada momento te hacían ver y sentir que eras una cosa de su pertenencia. Un ente, un mueble. Una cosa tirada. Marionetas llenas de dolor, de tristeza. (Pausa) ¿Contenta, Vicky? Ahora sabés sus sobrenombres, si querés te digo sus apellidos. ¿Y de qué nos sirve, nena? ¿De qué carajo nos sirve?
VICTORIA: Aunque no lo creas nos sirve, mamá, y mucho. No sé si tengo las palabras para explicártelo, para explicarme. Pero cada puta cosa que pasó en ese tiempo debe ser conocida, todo, vieja, todo. Porque saber es poder, porque la palabra es el remedio contra el olvido, y el que olvida repite sus historias… ¿entendés, mamá?
CLARA: Cuando hablás das luz a la oscuridad, ma. Por eso es importante que cuentes, que nos cuentes. Si no, todo lo no dicho se yergue siempre como una amenaza. Como en las películas de miedo, vieja, te asusta lo que no conocés.
MADRE: No, no. No estoy de acuerdo. Hay cosas que al no decirlas se van, desaparecen, se hunden en el tiempo y nos permiten respirar. No se puede decir todo, no se puede contar todo, es demasiado dolor, demasiado… No pueden entenderlo, no puedo explicarlo.
PERIODISTA: ¿Fuiste violada? (La pregunta cae como un baldazo de agua. La Madre endurece su mirada y parece que va a explotar. Victoria no la mira. Clara, por el contrario, la inquiere con todo su cuerpo. Pausa tensa)
CLARA: ¿Era necesaria esa pregunta? Así, en forma tan brutal. Un poco de tacto no hubiese venido mal, ¿no?
PERIODISTA: Si, era necesaria.
VICTORIA: Muy necesaria.
CLARA: No entiendo, discúlpenme, pero no entiendo, ¿qué está pasando acá?
VICTORIA: ¿Vos qué pensás, que la violaron o que no?
CLARA: Yo…no sé… que se yo.
VICTORIA: Pensalo, pensalo, ¿qué te parece?
CLARA: No sé, Vicky, no tengo la menor idea. Nunca me puse a pensar en una cosa así. Pero por qué… no te entiendo, ¿adónde querés llegar?
VICTORIA: Si la vieja sigue siendo atractiva ahora, pensá hace 30 años cómo era, imaginátela. ¿Qué te parece que le pasaría en esa situación?
CLARA: Es que nunca lo pensé, Vicky. No sé, soy boluda, ponele. No me da la cabeza para imaginarme atrocidades. Ella lo dijo, picana, golpes… pero no dijo nada de haber sido violada. Si querés, soy demasiado inocente…
VICTORIA: Si, claro que lo sos. Si recién ahora nos enteramos de las torturas, aunque podíamos imaginarlas, ¿te parece que soltaría lo otro así como así? ¿Tenés idea de lo que significa ahora para cualquiera de nosotras que los demás sepan que has sido violada? ¿Te imaginas lo que significaría entonces?
CLARA: Si, eso es verdad. Pero, ¿cómo llegamos a esto?, ¿por qué es tan importante ese punto aquí y ahora? Eso es lo que no entiendo.
VICTORIA: Porque, Clarita… (La Madre reingresa. Las mira, se sienta.)
MADRE: ¿Me das un mate, Clarita?
CLARA: Si, mamá. ¿Estás bien?
MADRE: (Mirándola fijamente. Los ojos se le llenan de lágrimas. Hace esfuerzos por contenerse) Cuando yo era chica, mi vieja me contaba que en su época, la virginidad era como un don, un regalo para el marido. Mi generación cambió muchas cosas. Pero en el fondo, ser mujer siguió siendo ser pertenencia de alguien. Nosotras usábamos el apellido del marido, éramos la mujer de alguien. Pertenecíamos a un hombre. Cargamos sobre nosotras con el cuidado de ser equilibradas, de no provocar. A veces pienso qué hubiera sido de mi si hubiera nacido hombre… ¡Está frío este mate, Clara!
CLARA: Ya lo caliento.
MADRE: No, dejalo. No quiero ahora. ¿Refrescó o a mi me dio frío?
VICTORIA: ¿Querés que te traiga un abrigo?
MADRE: No. Está bien. Ya se me va a pasar. ¿Tenés hijos, Gabriela?
PERIODISTA: No,no.
MADRE: Victoria tiene dos. Dos varoncitos… mis nietos. Mirá, acá los tengo en esta foto. ¿Son lindos, no?
PERIODISTA: Preciosos.
MADRE: Dos soles… Son una mezcla de Vicky y el papá. Y decime una cosa, Victoria, ¿vos le contaste a tus hijos cómo hiciste para tenerlos? ¿Les dijiste cómo y cuándo hicieron el amor con tu marido para que ellos nacieran?
VICTORIA: No, mamá, ¿qué decís?
MADRE: Digo que no todo puede contarse, hay cosas que deben quedar para uno, aun cuando sean cosas que se hacen por amor. No se puede contar todo, y menos a los hijos.
PERIODISTA: Te pido disculpas, Gabriela. Mi pregunta fue brutal, fuera de lugar… Perdoname.
MADRE: (Le clava los ojos, sostienen la mirada un buen tiempo) ¿Querés saber si fui violada?
VICTORIA: Está bien mamá. No hace falta que cuentes nada. Está bien.
MADRE: ¿Quieren saber si fui violada?
CLARA: Mamá.
MADRE: ¿Quieren saber si fui violada? Saber si me violaron. Saber, saber, saber. ¿Es esa otra verdad que debe salir de la oscuridad para iluminar la Historia? Bueno… Que salga. Sí, sí, sí. Mil veces sí. Violada una, dos, tres, diez veces por día, como todas. Como todas y cada una de las minas que fuimos a dar a manos de aquella patota. Violadas como sistema, para degradarnos y degradarnos y degradarnos. Cogidas por delante, por detrás, y por todos lados, desnudas, sucias, golpeadas, picaneadas. Y los hijos de puta que te cogen, y te cogen y te cogen. Te desintegran, te hacen picadillo. Olés sus sudores, sus alientos de almas podridas, sus hedores de corazones muertos, la acritud de sus penes torturadores, entrándote, desgarrándote, sangrándote hasta desear la muerte. Y no importa. Y no hay muerte por más que te pongas afuera de tu cuerpo y te aferres a cualquier cosa para sobrevivir, aunque quieras morirte y te sientas muerta. Porque ellos te cogen y te cogen y te cogen. Y no sos nada, solo un cacho de carne con agujeros para que ellos entren y te despedacen, sin piedad, con placer enfermo. Y te cogen y te dicen puta de mierda, reventada, y no te morís, carajo, no te morís nunca, en la eternidad de cada violación te aferrás a vivir, a vivir por otros, por ustedes, para que sus caritas que se tornan borrosas en tanta bruma, me rediman. Porque te sentís lo peor, sin ninguna dignidad, sin ese pedacito de rutina que te sujete a la cordura…y así cada día y cada día. Muñecas desangeladas, muñecas rotas en manos de enfermos, de bestias. Muñecas para usar y tirar. Marionetas con forma de mujer… Es demasiada vergüenza para contarlo, demasiado, demasiado, demasiado.
CLARA: (Yendo a abrazarla) Mamá…
MADRE: (Apartándola) No me toques, Clarita, ahora no… ¿Para qué sirve contar? ¿Te das cuenta? Tantos años y me siento tan sucia como entonces… No me toques ahora, hija, ahora no.
CLARA: Qué horror, qué horror.
PERIODISTA: ¿Y cuándo pararon?
MADRE: (Sorprendida) ¿Qué?
CLARA: Pará un poco. Déjala un poco en paz, ¿no oíste lo que acaba de contar? ¿No se te revuelven las tripas? Pará.
MADRE: Está bien, Clarita. Tranquila. No entendí lo que me dijiste.
PERIODISTA: ¿Cuándo terminó esa tortura de la violación sistemática?
MADRE: No sé… qué se yo…Cuando se cercioraron de que no sabía nada, o cuando se aburrieron de usarme, no lo sé.
PERIODISTA: ¿O fue cuando tu embarazo era muy notorio?
CLARA: ¿Cómo? (Pausa.)
MADRE: Parece que es el día de invocar a todos los demonios.
CLARA: ¿Cómo, embarazada? ¿Qué quiere decir eso? No entiendo, me abruma. ¿Qué significa embarazada, mamá? Hablá, por favor.
VICTORIA: Dejala respirar vos, Clara, ahora.
CLARA: Es que necesito que hable para poder respirar yo.
MADRE: Perdónenme hijas por lo que tienen que oir. Pero bueno, acá estamos. Es así, tal como lo decís. Cuando mi panza y los motivos para tenerla eran indisimulables dejaron de violarme. Es así. ¿Cómo sabés esas cosas, vos?
CLARA: Por favor. Respiremos todos… A ver, mamá, si estabas embarazada, ¿qué pasó? ¿Abortaste, qué? Decime… decinos…
MADRE: Como dije, me levantaron en julio del 79, para fin de ese año, principios del 80 ya no quedaban dudas, ni a mi, que ni siquiera tuve conciencia de nada antes, porque en esa situación no hay menstruación, ni nada que se parezca a lo normal. Pensé que por el terror se me había cortado. Pero allá por noviembre o diciembre caí en la cuenta… Tenía en mis entrañas el fruto del horror. Y ni siquiera tenía fuerzas para hacer algo para sacármelo de adentro. Estaba gestando al hijo de las bestias. De una o de todas, ¿qué importancia tenía? Cuando ellos lo comprobaron trajeron a una enfermera, hermana de uno de los desgraciados, del Chino Segovia, me parece. “Estamos en la dulce espera, mamita” me decía la tipa y se reían, ella y todos los otros. Una compañera, más grande que yo, me dijo: al menos te vas a salvar de las violaciones. Y fue así. Machismo, la idea de que cualquiera o todos podían ser los padres… No sé.
VICTORIA: ¿Un rasgo de humanidad?
MADRE: Eso seguro que no. El caso es que a partir de entonces no me tocaron más. Me dieron unos andrajos, me pude lavar de vez en cuando. Ya no hubo tortura física. La otra era constante… me decían todo el tiempo, el que estuviera cerca: Cuidá a mi hijo, tratalo bien, ojo con lo que hacés, porque si no te vamos a hacer varios más… Cosas así. Hacia fines de febrero me dijeron que me iban a dejar ir… y en marzo salí.
CLARA: ¿Y el bebé?
MADRE: Una noche de principios de marzo, hacía muchísimo calor, me dejaron en un baldío. Les avisaron a mis viejos por teléfono, llamada anónima. Mamá, la abuela, casi se muere del dolor cuando me vio, ajada, destruida, con una panza terrible y sucia, sucia de toda suciedad, sucia por dentro. Yo no quería ese hijo, era el recuerdo, era la semilla de toda la maldad. Quería abortar ahí mismo, pero no se podía, estaba demasiado avanzado el embarazo, y ningún médico quería saber nada. Era poner en riesgo mi vida. No es que me importara demasiado vivir o morir, pero estaban ustedes y Ramón. Yo quería volver con ustedes y Ramón, porque sabía que Ramón me iba a perdonar, iba a entender…
CLARA: ¿A perdonarte? ¿Qué había que perdonarte, mamá?
MADRE: Sentía la necesidad de ser perdonada, Clarita. Está dentro de las cosas que nos metieron siempre en la cabeza a las mujeres. En el fondo sentía que yo era la culpable, que ese embarazo era una deshonra. El abuelo, mi padre, dejó de hablar casi. Al poco tiempo se apagó de tristeza.
CLARA: Eras la víctima, vieja, la víctima.
MADRE: Yo sentía que era una puta reventada, como ellos me repetían a cada rato. Yo estaba sucia, sucia, sin ninguna dignidad. La fui recuperando cuando me reencontré con ustedes, mis chiquitas, tan inocentes, tan opuestas al horror, a la miseria.
CLARA: ¿Y el bebé, mamá, qué pasó con el bebé?
MADRE: Nació a mediados de abril. Era una nena. Antes de tenerla, con mis viejos arreglamos de darla en adopción en forma inmediata. El cura nos ayudó. Se portó bien en eso. Creo. La tuve en brazos apenas unos segundos. Pero me daba repulsión, la imaginaba creciendo y viendo en sus rasgos detalles de mis violadores, sabiendo que sería un recordatorio vivo y permanente de lo atroz.
CLARA: ¿Vos me estás diciendo que tenemos una hermana, en algún lugar?
MADRE: No, Clara, no… No era tu hermana, no era mi hija, ¿entendés? Era la hija de ellos, de los otros, de lo abyecto. Parí el odio y no lo quise.
CLARA: Pero una parte era tu carne, vieja.
MADRE: Eso no me obligaba a aceptarla. Mi cuerpo era mío y ellos me lo quitaron. Solo era un recipiente.
VICTORIA: ¿Nunca pensás en ella?
MADRE: Me esfuerzo cada noche en no hacerlo. Quise quemar todos los puentes que me unían a esa parte de mi vida. Es una forma de sobrevivir, no me juzguen, si pueden. Ninguna mujer violada debería ser juzgada con las reglas de la normalidad. Bastante tengo yo con mi propio juicio, chicas. Suficiente tengo.
VICTORIA: ¿Cómo te la imaginás?
MADRE: Vicky, no me la imagino, no quiero pensarla, por mi propia salud, ¿entendés?
CLARA: ¿Y si la encontraras? A mi me dan ganas de salir a buscarla.
MADRE: No, no, no. De ninguna manera. No puedo.
VICTORIA: Ma… Hace un tiempo, ¿cómo te digo esto? Mierda, qué difícil…
MADRE: ¿Qué cosa?
CLARA: ¿Qué?
VICTORIA: Hace un tiempo vino a verme una chica, una mujer, al trabajo. Me dijo que lo tomara con calma, que me abriera a lo que me iba a contar, que esperara a que terminara. Eso hice. Cuando me dijo que era mi hermana, que era tu hija…yo creí que estallaba en pedazos, fue como de golpe armar toda la historia…
CLARA: ¿La viste?
MADRE: ¿Te fue a ver?
VICTORIA: Sin que me contaras nada pude imaginar todo. Pero estoy segura de que todo lo que imaginé es poco para aproximarme a lo que has tenido que vivir, mamá.
CLARA: ¿Dónde está?
MADRE: Te fue a ver… te fue a ver… ¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve?
VICTORIA: Es otra víctima, mamá, es otra víctima.
MADRE: Qué descaro, qué descaro. ¿Cómo se atreve?
VICTORIA: Mamá…
MADRE: Callate, Victoria, no quiero saber nada de ella, nada, ¿me entendés?
PERIODISTA: Siempre supe que era adoptada. Mis padres adoptivos no me lo ocultaron nunca. De chica me cuestionaba, ¿qué había hecho yo para que mi madre me abandonara? En la adolescencia mis viejos empezaron a decirme lo poco que sabían, me lo decían a cuentagotas… Que creían que era la hija de una guerrillera, me decían… Que a lo mejor estaba desaparecida, que ellos no sabían mucho, solo que un cura los llamó una noche para decirles que habían conseguido una hija, la que tanto buscaban, que no hicieron preguntas. No se podía preguntar mucho en aquellos años. Hasta que al fin acepté, de alguna manera que en realidad, no había sido abandonada…
CLARA: Vos sos… (Clara y la Madre están perplejas)
PERIODISTA: Años de preguntar, de esperar, de encontrar pequeñas huellas, leves indicios, pistas equivocadas, al fin me trajeron a esta ciudad. Cuando llegué me quedé trabada en la duda, ¿cómo llegar hasta mi madre, ahora que sabía que estaba viva? Porque si estabas viva quería decir que sí me habías abandonado. ¿Merecía la pena confrontarte? ¿Había merecido la pena buscarte? Hasta que se me ocurrió buscar a Victoria y contarle…
MADRE: ¿Por qué, Victoria, por qué?
VICTORIA: Porque no sirve de nada ocultar la verdad.
MADRE: Me faltaste el respeto, me traicionaste… ¡Era mi decisión!
VICTORIA: Ella tampoco es una cosa, mamá… Ella es una persona. Ella también toma decisiones y decidió buscarte.
CLARA: Una hermana…
PERIODISTA: Yo no busco nada, Gabriela. Solo conocerte, conocerlas. Saber de dónde vengo, entender, necesito entender. Todos necesitamos entender. No vengo a llamarte mamá, no vengo a que me llames hija…
VICTORIA: Cuando salió la sentencia de Brandán, vimos la oportunidad. Sabía que eso te predisponía de otra forma y aprovechamos que ella es realmente periodista para poder llegar a vos, para lograr que vos te abrieras a nosotras… a mi, a Clara, a Gaby también…
CLARA: Una hermana…
MADRE: (Zamarreando a Victoria) No tenías derecho, no tenías derecho.
CLARA: (Tratando de separarlas) Mamá, pará un poco, pará.
VICTORIA: Pero ella sí tiene derecho a saber quién es, mamá. Lo tiene, lo tiene. (La madre le da una cachetada. Victoria retrocede, Clara la abraza)
MADRE: Ahora ya lo sabés, mírame…Yo no te voy a mirar a los ojos, no esperes eso. Ya sabés quién soy, pero no soy tu madre. No, no. Quiero que te vayas, quiero que te mandes a mudar ya de mi casa…fuera, fuera de mi vista… (La empuja)
PERIODISTA: Está bien.
VICTORIA: No, no está bien. Escuchanos mamá, por favor.
CLARA: No la podés echar.
MADRE: Sí que puedo. Puedo hacerlo y lo hago. No quiero verte, ni tocarte, ni olerte. Sos la hija del horror, de la humillación, del dolor más infinito que una mujer puede llevar a cuestas. Sos la ignominia, la vergüenza que vuelve. Verte sería, es, ver los ojos de Brandán, o de Segovia, o de Barroso, o de cualquiera de esos malnacidos que pueden ser tu padre. (La sigue empujando. La Periodista no se resiste, pero Victoria la retiene por otro lado).
PERIODISTA: Ya me voy Gabriela, ya me voy. Calmate.
MADRE: ¿Por qué no los buscas a ellos y les decís: papá, soy yo, tu hija? La que nació de la puta reventada aquella a la que ustedes se hartaron de violar… ¿Por qué no los buscas? Es fácil, ahora están todos en cana, y los que no, están muertos.
VICTORIA: No podés decir eso. Eso no lo sentís, lo decís de bronca.
MADRE: Claro que lo digo desde la bronca. ¿Desde dónde más puedo hablar? Necesito que se vayan ya, las tres, quiero estar sola, sola.
CLARA: No, mamá.
MADRE: Si, Clara, si. Necesito aire, mucho aire, mucha soledad… Es el pasado que ha vuelto, ¿te das cuenta? La veo a ella y soy violada otra vez, la veo y los fantasmas del horror están de vuelta. Andate, “periodista”, ándate. Andá a saludar a tus padres, llevales de mi parte todos los malos deseos que se te ocurran. Vamos, fuera, fuera…
PERIODISTA: Ninguno de ellos es mi padre, Gabriela.
MADRE: ¿Qué decís ahora?
PERIODISTA: Ninguno de ellos es mi padre, ninguno, ninguno.
MADRE: ¿Qué dice esta?
PERIODISTA: Cuando nos encontramos con Victoria decidimos hacernos un estudio de ADN, los datos parecían certeros, pero queríamos despejar cualquier tipo de duda, así que fuimos… y acá están los resultados. (Le entrega una carpeta. La Madre la recibe sin comprender, ni la mira) El ADN demuestra una compatibilidad absoluta entre Victoria y yo.
CLARA: No entiendo, explicate.
VICTORIA: Que ni el Panza, ni el Sapo, ni el Chino, ni ninguno de ellos son los padres de Gabriela.
MADRE: ¿Qué?, ¿qué me estás diciendo? No te entiendo, no sé de qué me hablás. ¿Quién sino ellos? ¿Qué decís?
VICTORIA: Que estabas embarazada cuando te secuestraron y no lo sabías, mami.
MADRE: No.
VICTORIA: Que Gabriela es hija tuya y de papá. Es tan hija de papá como nosotras, mamá. Gaby es nuestra hermanita. Nos la quitaron, pero volvió, ¡volvió! ¿entendés?
MADRE: No. (Queda perpleja, desencajada, quieta)
CLARA: Ay, por favor… Mi hermana, ¡mi hermana! (Extiende sus manos y agarra las de Gabriela, se miran en silencio)
MADRE: (Se desmorona. Emite un grito sordo. Se tapa la cara.) ¿Qué hice, qué hice, qué hice? No, no, no. (Corte abrupto)
ACTRIZ 1: Hasta aquí contamos. Lo que haya podido suceder después, es parte del morbo y no de lo que nos interesa narrar. Quisimos evitar el melodrama porque este trae consigo moralejas. Y no quisimos, porque no debemos, emitir ninguna sentencia moral sobre estas mujeres. Tan solo dejar formuladas preguntas que podrán ser resueltas desde la ética de cada uno.
ACTRIZ 4: Saber si se perdonaron, si se aceptaron, si se reconocieron, si pudieron salir adelante, ubicaría a nuestra propuesta en términos de la simple tragedia personal, y nuestro relato aborda, desde una mínima parte, lo colectivo.
ACTRIZ 3: Tratamos de dejar claro que esta es una obra de teatro, con todas sus costuras a la vista, que se basa en un hecho real. Realizada tan solo para no abonar nunca al olvido. Solo la memoria impide que las cosas se repitan, y aun así, no nos da certezas.
ACTRIZ 2: Si hemos logrado su atención, si logramos formular las preguntas correctamente, habremos logrado nuestro cometido.  Muchas gracias a todos los presentes por habernos acompañado hasta el final.
TODAS: Buenas noches.

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Nombre y apellido: Duilio Olmes Lanzoni Fecha de nacimiento: 3 de Julio de 1962 Bolívar pcia. de Buenos Aires Dirección: Alvear 325 Bolívar TE. (02314) 42-4095 // 15416051 // E-mail: duiliolanzoni@speedy.com.ar