LA UTOPIA ES UN MALVON EN UNA LATA

de Duilio O. Lanzoni
(Para su representación comunicarse con el autor al (02314-424095 o a duilio@coopenet.com.ar)
Estrenada en agosto de 1999. Con Marcela Larra (Eva), Mauricio Castro(Ernesto), Diego Junco(Julio), Celia González (Abril). Claudia Ron, Nicolás Córdoba, Fernando Pacheco, Carlos Teijón y Nazareno Iberra (sombras). Sonido: Luis Van der Ploeg. Iluminación: Diego Lanzoni; Puesta en escena y dirección: Duilio Lanzoni

(En escena Eva y Ernesto, dos viejos de edad indefinida. Están vestidos con harapos, sucios, dignos a la vez. Eva hurga entre un montón de trastos que convierten al lugar en una especia de basural. Hay elementos insólitos: una lata de aceite con un malvón, un fuentón de lata, muchas cajas, valijas viejas, un tambor de 200 litros, papeles. Entre ellos deambulan las Sombras, que ajustarán sus movimientos a las acciones, coreográficamente. El lugar es también indefinido. Puede ser la orilla de algún pueblo, el medio del campo, un lugar junto a las vías. Es de noche)
ERNESTO: Creo que es tiempo de irnos.
EVA (Siempre buscando algo) ¿Te parece?
ERNESTO: ¿Para qué esperar más?
EVA: Bueno... vayámonos entonces (Siguen sin variar sus posiciones)
ERNESTO: ¿Por qué esta situación me produce como un dejá vu?
EVA: Porque siempre decís: Es tiempo de irnos. Yo pregunto: ¿Te parece? Vos decís: ¿Para qué esperar más? Y yo te digo que nos vayamos.
ERNESTO: ¿Es una impresión o me estás tomando el pelo?
EVA: No te tomo el pelo, te explico por qué te parece tener un dejá vu, es porque constantemente repetimos lo mismo.
ERNESTO: Vos sabés que nos tenemos que ir.
EVA: Lo sé. Me molesta tanto preparativo. Quiero que cuando sea el momento, nos vayamos y listo.
ERNESTO: Como si tal cosa.
EVA: Con tristeza, no como sí tal cosa. Pero anunciarlo a cada momento no me quita ni me agrega nada. (No deja de buscar) Al contrario, me produce ansiedad.
ERNESTO: ¿Me podés decir qué carajo buscás?
EVA: Nuestra música, busco nuestra música.
ERNESTO: Dejate de joder, ya debe estar olvidada, como cada una de las cosas de nuestra vida.
EVA: Yo no me la olvidé. En algún lugar debe estar metida.
ERNESTO: ¿Querés tomar mate?
EVA: Bueno, amargo por favor.
ERNESTO: No sé de dónde te pensás que sacaría azúcar para hacerlos dulces... ¿Para qué querés la música? Alcanzame la pava.
EVA: Quiero bailar, tengo ganas de hacer memoria... Me gusta acordarme de vez en cuando. Me gusta ponerme a bailar y dejarme llevar. (Arroja hacia arriba unos cuantos papeles) Acá está, la encontré (Muestra sus manos cerradas) ¿Querés que la escuchemos juntos o la escucho sola?
ERNESTO: Me da igual. (De arriba de una madera junta yerba vieja y la pone en un mate) Lo que no entiendo es para qué te tenés que poner a hinchar con esas cosas cuando estamos a punto de irnos.
EVA: Por eso. Tenía miedo de olvidar nuestra música entre estos trastos. ¿Mirá si al irnos nos damos cuenta que la dejamos? Escuchá... escuchá. (De sus manos surge una melodía alegre y tumultuosa. Música de circos y trashumantes. Eva comienza a bailar suavemente. Primero con el malvón, luego tomará una pala oxidada. Las Sombras bailan en derredor de ella. Ernesto observa silencioso. Eva gira con las Sombras y se acerca a Ernesto. Saca el mate de su mano. Bailan) Me gusta soñar. Siempre quise soñar. Tengo la necesidad de soñar, tengo el derecho de soñar. Ves, Ernesto, es nuestra música. Nos lleva por el tiempo. En los colchones de la memoria siempre hay cobijitas de sonidos. Es como antes, cuándo no estábamos solos. Mirá, Ernesto, los muchachos están acá bailando con nosotros. Mirá, ya no somos dos viejos locos. Somos los de ayer. Ellos están con nosotros y nosotros con ellos. A ver, Carlos(Le habla a las Sombras), decile a Irene que mañana vamos a pintar el salón de actos de la Escuela. Traje 80 cuadernos, es lo que te pude conseguir. Las tizas vienen mañana... Jorge, después nos encontramos en la plaza para organizar la kermesse.
ERNESTO: Y después vamos a Villa Rubí, con el viento del lunes se volaron unas cuantas chapas y hay que arreglarlas. Vamos a ver, llevemos estos ladrillos para don Eleazar, así termina ese baño de una buena vez. (Tropieza, la magia se esfuma. Las Sombras se aquietan) No están, no hay ninguno, estamos solos, Eva. Solos nosotros y nuestras viejas historias. (Vuelve al mate) Hubo una vez que fuimos tantos...
EVA: (Se sienta) Prefiero los recuerdos. ¿Será que nos volvimos cínicos?
ERNESTO: Es el dolor... (Ve algo que flota delante de él. Se transforma. Ríe) Mirá, Eva. Son luciérnagas, creí que ya no quedaban. Agarro una y la encierro en un frasco y así tenemos para alumbrarnos cuando no haya luna.
EVA: Ernesto, no son luciérnagas, son tus ojos. Te agitaste con el baile y ves lucecitas.
ERNESTO: No, no son mis ojos... Mirá acá tenés una... Qué, ahora vas a decir que las estrellas de los ojos me calientan la mano.
EVA: ¿A ver? Tenés razón, no son tus ojos. Pero tampoco es una luciérnaga. (Ernesto mira su mano, intrigado) Es un recuerdo tuyo, se te escapó cuando bailábamos...
ERNESTO: Ah... ¿Y cuál será?
EVA: Fijate.
ERNESTO: Pareciera ser de una noche de primavera. Estoy con Tito y Marcelo tomando un café... (Se sienta junto a dos Sombras) Yo creo que el hombre no es malo por definición. Si no los chicos lo serían. Y no hay nada más tierno, por su inocencia, que un chico. Tito me contestó, con ese tónico sobrador que tenía: "Dejate de joder, Ernesto, si no hay nada más cruel que un pibe. Se burlan de los gordos y los rengos, de los pobres y los dientudos..." -Son sinceros- le dije. Y Tito insistió, mirándome desde arriba: Pero crueles. Marcelo reflexionó con su hablar pausado: "Nos jodemos de grandes, en la adolescencia, me parece. Cuando dejamos de jugar." Ahí fue cuando cayeron los dos milicos: (Dos Sombras se acercan)-¿Usted es Ernesto?, me preguntó el más gordo. -Si, agente, ¿por qué lo pregunta?- respondí yo y ahí nomás me descerrajó: -Venimos a cagarlo a palo en nombre de un amigo de su infancia, al que usted le robó la bolita japonesa que era la puntera...
Metale, don cana, pégueme. Soy culpable.(Le pegan)
EVA: No es un buen recuerdo, dejalo que se vaya...
ERNESTO: Creo que es tiempo de irnos.
EVA: ¿Te parece?
ERNESTO: ¿Para qué esperar más?
EVA: Bueno... vayámonos entonces.
ERNESTO: Pero no tengo ganas...
EVA: Yo tampoco.
ERNESTO: Pasa que no podemos quedarnos. Nadie nos extraña, nadie nos llama. No existimos.
EVA: Pero tenemos que irnos.
ERNESTO: ¿Será que uno se desvanece, se esfuma? ¿Será que se va corriendo del lugar o que lo corren otros?
EVA: Nosotros nos fuimos desinteresando Ernesto. Perdimos nuestro lugar.
ERNESTO: Pero peleamos.
EVA: Si, peleamos.
ERNESTO: ¿Habremos perdido?
EVA: Todavía estamos acá.
ERNESTO: Pero es tiempo de irnos. (Camina por la escena. Encuentra el fuentón. Lo alza. Lo mira. Busca. Encuentra un palo. Golpea el fuentón) ¿Te acordás? (Redobla como una murga. Las Sombras se suman al canto)
Esta murga se formó
Con los que se cagan de hambre
Y por eso se llamó
La murga del laburante.
Fuimos todos despedidos
Ahora andamos penando
No tenemos ni el olvido
Por eso vamos soñando.
Vamos todos a cantar
Bien fuerte pa' que se escuche
Pueda ser que al escuchar
A alguno le preocupe
Esta murga quiere comer
Porque el bagre está picando
Pero tiene que querer
Por eso viene cantando.
EVA: Eras desocupado, entonces.
ERNESTO: ¿Te conté?
EVA: Alguna vez, si. Lo que pasa es que hemos sido tantas veces desocupados...
ERNESTO: ¿Cuánto hace que estamos acá?
EVA: 188 años.
ERNESTO: Nosotros, digo. Nosotros dos.
EVA: Te dije, hace 188 años.
ERNESTO: Pero no, mujer. Vos y yo. Este que soy y esa que sos.
EVA: Ah, no tengo la menor idea. Nunca he sido buena para llevar esas cuentas. Nunca me gustó contar los días ni deshojar margaritas. Es mejor mirar las flores y disfrutar los días. Pero hace bastante...
ERNESTO: Quiero tomar mate, ¿no querés cebar?
EVA: ¿Por qué estamos acá?
ERNESTO: Alguien tiene que cuidar de todo esto.
EVA: Eso lo entiendo, quiero decir ¿por qué nosotros dos estamos acá?
ERNESTO: Nos tocó. Será por lo que hemos sido. Digo, siempre hemos andando con gente, en grupos. Será por eso.
EVA: Nunca sé si es un premio o un castigo.
ERNESTO: !Eva!, cómo podés decir eso. Es un premio... Mirá, mirá, todas las bellezas que nos rodean. Mirá, recuerdos de amor, castillos en el aire, utopías que crecen como malvones, flores de poesías, novelas olvidadas, !promesas! !promesas de adolescentes por donde busques!
EVA: Y las pobres Sombras. Si no estuviera este lugar, ¿qué sería de ellas?
ERNESTO: Te das cuenta, es un premio.
EVA: Yo esperaba siempre la llegada del tren, los sábados a la tarde, el tren que venía de Buenos Aires. Ibamos con mi madre y mis tías porque mi hermano iba a volver. Mi hermano que trabajaba en el campo y un día se lastimó un ojo con un alambre. El siguió trabajando sabés, el ojo se le infectó. Pobrecito. Y se fue a hacer curar a Buenos Aires. Nos mandaba cartas, cartas que leíamos en el patio de casa, abajo del ciruelo. Qué estaba mejor, que seguro que el sábado llegaba. Dos años estuvimos yendo todos los sábados a la estación. Siempre con las mejores ropas... Pero mi hermano no volvió. La infección se le hizo cáncer y murió, solito, en la Capital. Igual fuimos durante años los sábados a esperar el tren.
ERNESTO: ¿Por qué me contaste esto? Me hace entristecer.
EVA: ¿Qué sería eso? ¿Un recuerdo o una ilusión?
ERNESTO: ¿Ya está listo el mate?
EVA: ¿Sabías que estudié piano?
ERNESTO: No, nunca me dijiste. ¿Todavía te acordás?
EVA: Me parece...(Toma una caja de cartón. Toca. Suena una melodía triste. Ernesto baila solo)
ERNESTO: Yo te quiero, me dijo. Me dijo que me quería. Era hermosa con su pelo renegrido y su mirada dulce. Yo la miraba pasar todos los días por la puerta del taller. Estudiaba magisterio y yo no era más que un mecánico. Yo tiraba palomas a su paso, ponía nubes en la vereda, ataba rayitos de sol en los zaguanes. Pero no me animaba a hablarle. Hasta que un día los muchachos me empujaron casi (Juega la escena con las Sombras) Y tartamudié galanterías, torpes, cursis. Ella se sonrió y me dijo que pasaba por mis nubes, volaba con mis palomas y se prendía del corpiño los rayitos de sol. Yo te quiero, me dijo. Y la dejé que se fuera. No podía estropear esa perfección con algún futuro desencuentro, con una pelea. El amor perfecto no se arruina con la acumulación de días.
EVA(Ha dejado de tocar) Mentís, Ernesto, ella ni te miró.
ERNESTO: No miento, cuento lo que quiero acordarme. Para qué contar la realidad. Vos estás confundiendo la verdad con la realidad. Yo te cuento mi verdad.
EVA: ¿Querés que te cuenta la del loro?
ERNESTO: Creo que es tiempo de irnos.
EVA: ¿Te parece?
ERNESTO: ¿Para qué esperar más?
EVA: Bueno... vayámonos entonces.
ERNESTO: Pero primero contame la del loro.
EVA: Mi familia tenía un loro. Charlatán y con todas las gracias que puede hacer uno de estos bichos. Una vecina nuestra, doña Cata, lo adoraba. Todas las tardes iba a charlar con él. Una tarde llegó justo cuando habíamos decidido lavar la jaula y lo habíamos pasado a una de esas jaulitas chicas que se usan para cazar pajaritos. El loro estaba furioso. La vecina como todos los días acercó su cara a los barrotes y le empezó a hablar en diminutivos. El loro, en su furia, se le prendió de la nariz. ¡Cómo gritaba esa pobre mujer! Agitaba los brazos desesperada con la jaula en su cara y el pico del loro incrustado en su nariz. Mi padre debió arrojarles un baldazo de agua para separarlos. No sabés como quedó doña Cata, pobrecita, nunca más fue a visitar a nuestro loro.
ERNESTO: ¿Por qué querremos quedarnos, después de todo?
EVA: ¿Por qué esperamos irnos?
ERNESTO: Yo no me acuerdo de cómo es el pueblo. Supongo que la gente es cada vez más y se siente cada vez más sola.
EVA: Yo me acuerdo de las siestas, cuando el sol pegaba más fuerte y yo salía a pasear por la avenida desierta. Soñaba imposibles entonces.
ERNESTO: El otro día en un diario viejo leí que se habían muerto las ideologías.
EVA (Alarmada) Y recién ahora me lo decís, cabeza hueca... (Corre hacia una olla vieja. Levanta la tapa, cuenta. Se alivia) Por qué te gustará hacer ese tipo de chistes. ¡Me asustás!
ERNESTO: Pero si no es un chiste. Es lo que leí.
EVA: Bueno, yo las acabo de mirar y están todas, vivitas y coleando. ¿Las ves?(Le muestra la olla)
ERNESTO: Capaz que hablaba en sentido figurado, el diario. ¿Y si la gente se cree que realmente han muerto?
EVA: Pero si la gente misma es la ideología. Vamos, hombre, ¿puede un ser humano no tener ideales de futuro, de mundo, de sociedad, de amistad? ¿Qué sería una persona sin esos pensamientos?
ERNESTO: No sé, Eva, hace tanto que no vamos al pueblo... Pero no, debe haber hablado de otra cosa el diario. (Se escucha como un terremoto. Toda la escena se mueve. Eva y Ernesto, impasibles, se afirman mejor para aguantar el movimiento) Las pesadillas de las 3 de la mañana. Cada vez son más fuertes.
EVA: ¿Qué soñará la gente por la noche?
ERNESTO: Yo una vez soñé que no existía más la esperanza... ¿Querés mate?
EVA: Amargo. Qué feo eso que soñaste. Un mundo sin esperanzas.
ERNESTO: No era feo. Soñé que la gente no precisaba de las esperanzas, que tenía todo lo que deseaba, y no necesitaba esperar. Esperanza es una espera. Un horizonte que nunca se alcanza.
EVA: No se si me gusta. Es como llegar al fin del mundo. ¿Qué te queda después? Imaginate que no ves ese horizonte, Ernesto, ¿qué verías?
ERNESTO: Mi espalda y tu espalda. Mirando el futuro veríamos nuestro pasado. Este mate no tiene gusto a nada. (Las Sombras se agitan. Se mueven aceleradamente. Rodean a ambos)
EVA: ¿Qué les pasa a las Sombras?
ERNESTO: Quieren algo.
EVA: Parecen tristes, las pobres. A ver, ¿quieren algún recuerdo? ¿Una ilusión? No, parece que no. (Las sombras imitan una danza) Bailan, no las entiendo.
ERNESTO: Música, quieren oír música, Eva. Dejame escuchar otra vez nuestra música. (Eva alza del suelo la música y de su mano vuelve a oírse la melodía inicial. Sombras y personajes bailan lenta y cadenciosamente, en silencio. Eva y Ernesto parecen más jóvenes cada vez. La música se va silenciando lentamente mientras Eva cierra su mano con sorpresa. Las Sombras huyen. Ernesto mira entre los trastos. Rápidamente se dirige hacia un tambor de 200 litros. Desaparece un instante detrás de él. Regresa trayendo de la ropa a una mujer joven, asustada.) Mira Eva, me encontré una curiosa.
EVA: Una muchacha... No esperaba que fuese una muchacha.
ABRIL: No estaba espiándolos, yo vine porque supuse que estarían a la intemperie, les había traído unas mantas, no quería molestarlos.
EVA (La abraza dulcemente. Abril se envara) Calma, hija. Soy una vieja, nada más. No te voy a hacer nada. Muy amable de tu parte. Hace tanto que nadie llega hasta acá...
ABRIL: Yo... yo les dejo las mantas y un poco de comida que traje y los dejo tranquilos. Me voy ahora...
ERNESTO: ¿Yerba trajiste, muchacha?
ABRIL: Si, señor. Acá tiene yerba.
ERNESTO: ¿Cómo te llamás?
ABRIL: Abril, señor. Yo ya me voy... (Eva, al abrazarla la retiene)
EVA: Abril, es un lindo nombre, si. ¿Alguna vez me llamé así, Ernesto?
ERNESTO: No que yo me acuerde. Has sido Alicia, Celeste, María, Diana, Marcela, Adriana, Julia, pero nunca Abril, mi querida Eva. Nunca has sido Abril en 188 años.
EVA: (Ríe, alegremente) La vas a asustar. No nos hagas caso, somos dos viejos a punto de irse.
ABRIL: ¿Se están por ir?
ERNESTO: En eso estábamos. Bueno, Eva se está por ir. Voy a hacer un mate como la gente, ¿toma unos amargos, señorita?
ABRIL: No, gracias. Yo me voy también... Pero, ¿adónde se van a ir? ¿Van para el pueblo?
EVA: ¿Vos sabés qué sueña la gente por la noche?
ABRIL: ¿Cómo?
EVA: Al cerrar los ojos, hija, la gente ha de soñar. Siempre la gente soñó y como hace mucho que no hablo con la gente quiero saber qué sueñan.
ABRIL: No sé qué sueña la gente. Yo creo que nadie recuerda sus sueños. A lo mejor sueñan con ganar mucho dinero y no tener que trabajar más. Sacarse un premio, esas cosas.
EVA: Lo suponía... ¿y vos, qué soñás?
ABRIL: A veces sueño con el mar. El agua está quieta, es azul, muy azul. Me arrulla el sonido y cuando miro al horizonte, el horizonte no está y me veo a mi misma, de espaldas, mirando al horizonte que no está.
ERNESTO (Disfruta con fruición del mate) Es un hermoso sueño, mi querida Abril. (Imprevistamente y de un manotazo le arranca las ropas. Eva sonríe mientras mira con detenimiento el cuerpo de la chica. Esta se tapa desesperadamente con las mantas. Ernesto arroja las ropas al tambor de 200 litros que arroja un humo azul por un instante. Eva saca de una valija de cartón unos harapos con los que viste a la desconcertada Abril).
ABRIL: ¡Usted es un viejo pervertido! ¿Qué hizo? ¿Por qué me sacó la ropa? Devuélvamela inmediatamente o me voy ya mismo a denunciarlos a la policía.
EVA: Son unas ropitas de melancolía, Abril, te sientan bien.
ABRIL: Son unos voyeristas, eso son, viejos de mierda. Quiero mi ropa (Va hacia el tambor. No encuentra nada. Busca en torno de él. En tanto Eva y Ernesto toman mate tranquilamente) ¿Cómo lo hizo? Si yo vi cuando la tiraba acá... ¿Dónde está mi ropa?
EVA: A veces sos un poco bruto, Ernesto. No tenías necesidad de hacerlo de modo tan brusco...
ERNESTO: Estos cambios deben ser un poco violentos. Más vale tratar de explicarle ahora que hacerlo antes y que ella se desnude...
EVA: Si, pero más suave. Es una nena...
ABRIL: Quiero mi ropa, quiero irme ya. Por eso están solos, porque son dos viejos locos, pervertidos. ¡Quiero mi ropa! (Rompe a llorar. Las Sombras se han inquietado. Eva se acerca a consolarla. Abril la rechaza) Fuera, vieja bruja...
EVA: Tranquila, niña. Inquietás a las pobres Sombras con ese llanto. Hace tanto que nadie llora por acá.
ABRIL: ¿Qué sombras?
EVA: ¿No las ves?
ABRIL: No veo ninguna sombra que no sea de esta puta noche. ¡Déjeme en paz!
ERNESTO: ¿Un mate?
ABRIL: No se me acerque.
ERNESTO: Una lástima. Está riquísimo. Te pido perdón, estuve mal.
ABRIL: ¡Me desnudó, se da cuenta! ¿Cómo hago ahora para volver a mi casa? Mire la ropa que me ha dado... Y encima hizo desaparecer la mía y no entiendo cómo.
EVA: Pero si es un vestido de melancolía Te ves preciosa...
ABRIL: Ustedes están locos, ¿qué quiere decir con un vestido de melancolía? Estos son trapos y parezco una pordiosera.
ERNESTO: No, no parecés una pordiosera. Estás casi tan bonita como una muchacha de ojos grises que me entristeció hace 60 años. Aparte, deberías saber que la melancolía no es lujosa ni abrigada. Es ligera, volátil, como una seda. A las Sombras también les gustás.
ABRIL: Chiflados... ya mismo me voy a denunciarlos(Se incorpora, intenta salir de escena, pero sólo logra caminar en círculos por entre los trastos con las Sombras por detrás)
EVA: ¿Cómo se te ocurrió salir en esta noche tan cerrada? ¿No tenías miedo?
ABRIL: Ahora tengo miedo, no tenía cuando vine. Pensé en ayudar a los locos del basural, como les dicen en el pueblo, en mala hora.
ERNESTO: ¿Los locos del basural?
ABRIL: Si, los locos del basural. Nadie se les quiere acercar. Siempre rodeados de porquerías. Sucios, viejos, un par de cirujas locos. Los chicos les tienen miedo. La mayoría de los adultos se han olvidado que ustedes existen.
ERNESTO: ¿Te parece un basural, esto?
EVA: No estamos sucios, Abril. En eso te confundís. Lo que se nos pega es la tristeza que anda flotando en el aire, es muy difícil de limpiar... Vení, sentate y calmate, después te explico cómo irte. (Abril comienza a resignarse. Va hacia los viejos, tropieza con una caja) Cuidado, esa es la caja de los arrepentimientos, no la estropees. (Abril, siempre seguida por las Sombras va a sentarse. Las mira y se sobresalta)
ABRIL: ¿Qué..? Nada.
EVA: ¿Qué pasa?
ABRIL: Me pareció ver... pero no es nada. Me pareció.
ERNESTO: Son las Sombras. Una compañía amable por cierto. Si mirás sin miedo, las vas a ver.
ABRIL: ¿Ustedes son... brujos?
ERNESTO: (Riendo) Brujos, no, no, no. Ella es Eva, yo soy Ernesto. Somos los cuidadores.
ABRIL: ¿Cuidadores de qué?
EVA: Silencio. Tranquilizate. Escuchá nuestra música... si te gusta, puede ser que te regale un poquito. (Abre la mano y vuelve la música. Abril no cabe en su asombro. Mira extasiada la mano de Eva, mientras ésta y Ernesto sonríen. Ernesto mete la mano en su bolsillo y arroja algo sobre Abril)
ERNESTO: Tomá, un montoncito de recuerdos de infancia, para que no tengas mas miedo.
EVA: Ves este malvón. (Le muestra la lata) Parece un malvón pero es una bella utopía, hace 30 años más o menos, alguien la plantó en esta lata. ¿No es hermosa? No se ha marchitado, ves. Nosotros apenas si podemos regarla, pero esta ahí. Siempre florecida.
ABRIL: Es un sueño, ya me voy a despertar.
ERNESTO: Tomá un mate... (Abril lo toma) En los sueños no se toma mate.
EVA: Hace mucho fui como vos. Hermosa. No tenía ropa de melancolía. Apenas unos pesados trapos de desengaños. Yo no lloré. O sí. Hubo unas 12 veces en que lloré. Pero la última vez no. Fui Alicia entonces.
ERNESTO: En cambio yo la mayoría de las veces me vestí de rabia. Da mucho calor. Te lo podrás imaginar. Aunque cuando fui Juan tenía un traje gris de resignación. Me picaba por todos lados.
ABRIL: No entiendo nada... ¿me pueden dejar ir?
ERNESTO: Silencio... (Quedan como al acecho. Las Sombras se agitan. Abril se resguarda más asustada. Eva va esta vez hacia el tambor y de una oreja trae a un hombre joven. Sonríe. El hombre, por más que quiere, no logra librarse de Eva.) Creo que es tiempo de irnos.
EVA: Ya va siendo hora.
JULIO: Suélteme, vieja loca.
ERNESTO: ¿Tenés un cigarro, pibe?
JULIO: Vamos, soltando, que si no empiezo a repartir trompadas.
EVA: ¿Qué andás haciendo por acá?
JULIO: Nada, nada. (Eva lo suelta. Julio retrocede) Salí a caminar, a disfrutar de la noche... buscaba algo, un indicio, bah, en realidad estaba buscando un tema para unos versos...
ERNESTO: ¡Un poeta!
JULIO: No, qué poeta. Escribo jingles de publicidad. Canciones para bailar, cosas fáciles...
ERNESTO: Es lindo escribir. Alguna vez lo hice. Hace mucho...
JULIO: Bueno, el caso es que de pronto me encontré detrás de ese tambor, y no sé como llegué ahí... Se me había ocurrido algo grande, parecía que surgiría algo como un poema en serio por primera vez en mi vida... y ahora estoy acá, y no puedo recordar qué era lo que se me había ocurrido.
ERNESTO: ¿Tenés un cigarro?
JULIO: Tome... Ustedes son los viejos del basural, ¿no?
ERNESTO: Y dale con el basural...
EVA: Si, yo soy Eva, el es Ernesto...
JULIO: Yo soy Julio.
EVA: Y ella es Abril... (Abril está acurrucada junto a los trastos, sigue sorprendida, apenas mira a Julio, trata de cubrir sus harapos)
JULIO: Hola...
ERNESTO: ¿Querés un mate? (Se escucha un silbido agudo, como de algo que cae a gran velocidad) Agarrensé que es grande... (Eva y Ernesto se agachan. Julio queda sorprendido, de pie. Se escucha un gran estallido que da con Julio por el piso. Abril grita. Eva corre a calmarla. Ernesto alza el mate que se ha volcado y ayuda a levantarse a Julio)
JULIO: ¿Qué carajo fue eso?
ERNESTO: Un arrepentimiento. Caen brutales, pero se deshacen enseguida. Te terminás acostumbrando.
JULIO: ¿Un arrepentimiento?
ABRIL: Son brujos, Julio, son brujos.
JULIO: ¿Cómo?
ABRIL: Nos atraparon a los dos, quien sabe para qué... (Estalla) El viejo me desnudó ni bien me vio. La vieja saca música de las manos y dicen que tienen no sé cuántos años. ¡Hicieron desaparecer la ropa delante de mí!
JULIO: ¿Qué dice esta chica?
EVA: Se ha obstinado en tratarnos de brujos. Está asustada, pobrecita. Ya le explicamos que somos cuidadores.
ERNESTO: Cuando quieras, pibe, desnudate.
JULIO: ¿De qué están hablando?
ABRIL: Te lo dije, te lo dije.
ERNESTO: El método pacífico es poco efectivo, Eva.
EVA: Bueno, te pasaste de un extremo al otro. Cierto equilibrio es necesario, Ernesto.
JULIO: Están locos los tres.
ABRIL: Tratá de escaparte.
ERNESTO: No te entiendo, Eva. Le pedí de buen modo que se sacara la ropa.
EVA: Pero sin explicarle nada. Así el chico se confunde... ¿con qué soñás, Julio?
JULIO: (Grita desencajado) ¡Basta, carajo! (Al gritar, chorros de luz escapan de los trastos hacia el cielo. Eva y Ernesto corren y los contienen con algunas chapas)
ERNESTO: Semejante grito... Casi se nos escapan las ilusiones de cambio.
EVA: Son livianas y difíciles de retener... Rápido, Julio, ¿cuál es tu mayor ilusión?
JULIO (Alelado) Ser un poeta...
EVA: Ya está, con una ilusión nueva las otras se entretienen y se quedan quietas. Tomá, andate ahí atrás y ponete estas ropas. (Le da unos trapos. Julio, conmocionado, se cambia) Trae las tuyas... (Julio se las alcanza. Eva las arroja al tambor. Nuevamente el humo azul. Eva se sienta y toca sobre la caja de cartón una melodía alegre. Las Sombras danzan alocadamente. Ernesto ríe con alegría contagiosa. Abril se incorpora para observarlos. Julio se sienta. Mira la escena estupefacto. Eva cesa de tocar. Ernesto se sienta)
JULIO: ¿Pueden decirme algo, algo racional que me aclare un poco...?
ERNESTO: Algunas cosas no deben ser dichas, Julio, se comprenden simplemente. Es un episodio fenomenológico que hay que saber aprehender... ¿qué ves acá?
JULIO: Un basural.
ERNESTO: ¿Todo lo que ves te parece basura?
JULIO: Si, chatarra, cosas viejas, inútiles... porquerías.
ABRIL: Ellos dicen que ese malvón es una utopía. Dicen tener ilusiones encerradas. Son brujos.
EVA: Chatarra, cosas viejas. ¿Para todo el mundo será lo mismo?
ERNESTO: Pero, muchachitos, ni esto es un basural ni nosotros somos brujos. Yo soy Ernesto, ella es Eva. Somos los cuidadores.
EVA: 188 años llevamos cuidando estos tesoros. Tenemos ilusiones y fantasías, promesas, utopías, hay ideologías y pasiones. Recuerdos, muchos recuerdos. Esos que la gente deshecha por improductivos nosotros los cuidamos. Hay trastos arriba, pero muchísimos más hacia abajo.
ERNESTO: Alguien debe cuidar las pasiones, las alegrías y las tristezas. No son bienes de cambio.
ABRIL: ¡Mienten! No son más que un par de prestidigitadores locos que nos quieren atrapar quién sabe para qué. Seguro que hacen prácticas de magia negra
JULIO: No me parece nada racional lo que dicen.
EVA: Tanta razón asfixia a la poesía, Julio. La poesía es un arma cargada de futuro y el futuro no tiene más razones que las de la propia poesía.
ABRIL: (Ha tomado una chapa y amenaza a los viejos) Ya basta. Dejenmé ir o les pego... (Las Sombras le quitan la chapa y la vuelven al lugar original. Ni Abril ni Julio las ven por lo que, para ellos, la chapa vuela sola)
ERNESTO: Mi chapa de las lluvias. Es uno de mis objetos más queridos, cuando llueve, me acurruco debajo de ella para escuchar el repiquetear de las gotas. Es un momento sublime, creanmé.
EVA: Es cierto, a mi me gusta también oler los olores de la infancia, de la cajita azul... Olor a glicinas, a guardapolvos almidonados.
JULIO: Pero... (Ríe. Ríe sin parar. Abril lo imita. Eva y Ernesto sonríen. Las sombras se unen a las carcajadas) ¡Qué loco! Magos del basural. Así que ustedes creen custodiar desde hace 188 años, un tesoro nacional de pasiones y utopías, ustedes dicen ser los cuidadores de nuestra historia sentimental... Absurdo, absurdo. La vida es pura existencia. Uno existe porque es en este momento. Los fracasos, las dudas, las certezas, son todas propias e indivisibles. Habrá tantas como seres humanos existan y viven y mueren con él. Esto es chatarra, pura chatarra. Recuerdos si, de objetos que ya no sirven. Sólo cuando uno es pibe puede darle una vida a las cosas. Sólo de chicos lloramos nuestros juguetes rotos porque creemos que al romperse se mueren. Pero cuando crecemos, ah, cuando crecemos rompemos nosotros esos juguetes para conservar nuestra propia alma... Locos, viejos locos. ¿Hace cuánto que no ven a la gente que se vuelve apática e indiferente, triste y apagada? No tenemos nombres ya, somos tarjetas de crédito, votos, cifras de una encuesta, material de descarte...
ERNESTO: (Atrapa algo alrededor de Julio) Un triciclo de manubrios verdes para dar carreras alrededor de la manzana. Ellos tienen bicicletas y son más grandes, pero corro igual. Y mi triciclo se sube al viento. Yo no llego último, mi triciclo vuela alocado y los paso desde arriba y me río desde el medio cielo que da a los cables y las catalpas... Vuela mi triciclo de manubrios verdes, yo gano...
JULIO: No puede robarme así un recuerdo...
ERNESTO: Se te escapó en tu ataque de racionalidad. Tomalo, te lo devuelvo. (Lo pone en la mano de Julio) Pero si no lo querés tiralo por ahí, es otro objeto que ya no sirve.
ABRIL: ¿Y si acepto todo lo que dicen, me puedo ir?
EVA: Al loco hay que correrlo para el lado que dispara... ¿Ves a las Sombras?
ABRIL: No.
EVA: Mirá mejor...
ABRIL: (Caminando por entre las cosas) Miro y veo una radio vieja, un tambor de 200 litros, cajas, un malvón en una lata, chapas, ollas viejas. Oxido, suciedad... Veo deshechos. Los deshechos de mi pueblo. Lo que no nos sirve es cierto. Lo que abandonamos por antiguo. Pero quisiera ver a sus Sombras, quisiera ver lo que ustedes dicen que hay. Necesitaría verlo. Pero no puedo porque he perdido las esperanzas de que exista la magia. Me acuerdo de un viejo profesor de literatura que nos instaba a buscar lo sencillo. Lo que ustedes ven es lo sencillo, como condición. Yo veo lo que puedo. Quisiera aceptar desde lo más profundo de mi corazón que ustedes existen. Pero me parece que no son más que una ilusión. Si ustedes fuesen reales... No me importaría estar desnuda, ni tener frío y vería otras Sombras, seguramente. Pero sólo veo la noche. Esta noche loca en que habito la magia.(Vuelve a cubrirse, con vergüenza)
EVA: ¿Quiénes somos? ¿Los que ustedes ven, los que nosotros creemos ser o los que somos en realidad? Abril, tenés pasión, pero la amordazás. Dejala explotar...
ABRIL: No puedo, estoy enferma de apatía.
ERNESTO: (Toma una imaginaria espada, toma unos harapos como capa y juega con las Sombras) Ah, malvados indiferentes, he aquí un viejo héroe que hará retroceder vuestras huestes desesperanzadas. Viajes épicos por mi pasado, penachos con sangre seca pero inolvidable. Luchar, luchar, siempre luchar, para acercarnos al horizonte. Dejenmé ver vuestras armas... ah, hay desaliento, incoherencia, temor, individualismo. Soy uno y ustedes muchos. Soy un viejo y ustedes miles de adustos adultos... Libérense los optimismos, mano con mano hordas desvencijadas. Memoria, mucha memoria, héroes del pasado reciente y el remoto. Puedo enfrentarlas y vencerlas...(Deja el juego) ¿Qué ha pasado en este pueblo que andan derrotados sin pelear?
JULIO: Estamos derrotados.
ABRIL: Nacemos derrotados.
EVA: ¿No hay nada en qué creer, una idea por la que luchar?
JULIO: Las ideologías murieron.
EVA: (Enojada) Mentira, están vivas. Están en mi olla. Sanas. Fuertes. Vivas como el hombre.
ABRIL: Nos quedamos sin utopías.
EVA: ¡Y este malvón! 30 años florecido, para que ustedes, jóvenes ciegos, vean solo al malvón.
ABRIL: Ustedes tienen magia porque son viejos y vivieron otras suertes.
EVA: No tenemos magia. Miramos con los ojos de la verdad. ¿Qué pasa? ¿Es tanta la realidad que no los deja ver nada más allá de sus narices?
ERNESTO: En cualquier pueblo, cada día, florecen pasiones por doquier... Unas mujeres que esperan a su hermano muerto, que ven llegar al tren de la esperanza. Un hombre que para amar inventa nubes, palomas y rayos de sol en los corpiños, gente que cree en la gente y ayuda a los demás a creer, ¿eso es apatía?
JULIO: Vivir para el reloj. Correr de un lugar a otro. Producir, generar bienes. Ser lúcido, estar siempre despierto ¿eso es pasión?
EVA: La mirada, muchacho, la mirada que uno pone en las cosas que suceden, eso es lo que importa.
ABRIL: Pero si uno intenta mirar todo desde otros ojos, y el horizonte siempre está lejos. Somos estúpidos en este pueblo, señora. Queremos mostrar las curvas de nuestros cuerpos para ocultar la planicie de nuestra existencia. Hace mucho que descubrimos que nacemos para morir y que la muerte es la nada. ¿Qué hay que mirar, entonces?
EVA: La libertad de creer que uno es el que quiere ser.
JULIO: ¡Pero si no sabemos qué queremos ser!
ERNESTO: Un espacio para la ternura, eso les falta. Miren, para ustedes esto es una pala oxidada. Pero en realidad es un depósito de poemas fallidos. Los intentos, eso es lo que cuenta. No hay éxito en esta vieja pala. Dio golpes en tierra dura, pero los dio. Se deformó de intentos.
¿Y esta caja? Guarda cosas imposibles. En lo fallido hay mucha luz. Si lo que falló queda en la memoria, sirve. Las Sombras son nuestra memoria. Sombras de los insepultos que alguna vez intentaron. Son los que fallaron pero quisieron. Son Sombras a causa de tanto olvido. No es basura, es un cúmulo de bellezas.
JULIO: Lo siento. Me conmueven. Pero no puedo aceptarlos. No veo Sombras, veo a dos viejos locos que viven en el basural que está en las afueras del pueblo.
ABRIL: Quiero irme... quiero volver a mi casa y dormirme, sin sueños esta vez.
JULIO: No entiendo. Y eso es todo un problema. A pesar de todo, siempre necesitamos entender. No comprendemos nada, es cierto, pero necesitamos entender. ¿Qué pasaría conmigo si de pronto me dijese: los viejos del basural custodian mis sueños, voy a soñar tranquilo porque en algún lugar siempre estarán? En el pueblo del que venimos todo responde a una causa y a un efecto.
ERNESTO: La causa es el hombre, el efecto es su trascendencia.
ABRIL: Ustedes pueden porque se quieren. Nosotros nos vamos olvidando de lo que es querer.
EVA: Pero si siempre hemos estado juntos y apenas nos conocemos. A Ernesto no lo amé nunca, pero lo quise siempre.
ABRIL: ¿Qué me quiere decir, que han estado siempre juntos sin ser pareja?
EVA: Toda la humanidad vive en la misma casa...
JULIO: ¿Y no extrañan..? A sus amigos, la casa, los lugares conocidos.
ERNESTO: Todo está acá. Entre la chatarra como dicen ustedes.
ABRIL: Si yo creyera... Podría venir cada día a mirar por todos lados, a lo mejor encuentro un dibujo que quise hacer cuando iba a la primaria y que me rompió un perrito cachorro... Pero, ¿cómo creer?
EVA: Empezando a creer que uno es el que cree ser.
ABRIL: ¿Y si el que creemos ser es muy poco?
EVA: Nadie es poco. Todos alguna vez nos hemos soñado héroes, buenos, perfectos. Estar acá es pasarse al otro lado del espejo.
JULIO: ¿Y quién ha de mirarse en ese espejo?
ERNESTO: Nuestro otro nosotros: el que los demás ven; a veces, el que realmente somos.
ABRIL: Si tuviese esa magia... Yo cambiaría hasta mi juventud por un poco de esa magia.
JULIO: Cuántos poemas hubiese escrito del otro lado del espejo.
EVA: Hay que volver a caminar, quizás. Construir de nuevo los caminos que nos unan. Quedan muros y demasiados secretos.
ERNESTO: Los pueblos no agonizan. Mueren y punto. Pero si pueden caminar aún... El olvido, esa es la causa. Demasiado olvido para tan poca gente.
EVA: Demasiada gente para tan poca memoria.
(Las Sombras se aquietan. Eva y Ernesto parecen más viejos. Abril y Julio se derrumban)
ERNESTO: Creo que es tiempo de irnos.
EVA ¿Te parece?
ERNESTO: ¿Para qué esperar más?
EVA: Bueno... vayámonos entonces
(Se paran. Se toman de la mano. La vista perdida hacia el frente de la escena)
EVA: ¿Ves el horizonte, Ernesto?
ERNESTO: No, Eva. Sólo veo mi espalda y la tuya.
EVA: Yo también, Ernesto, yo también.
ERNESTO: Tengo ganas de tomar mate.
EVA: No hay tiempo ya.
ERNESTO: Es cierto.
EVA: Voy a extrañar nuestra música, pero no debo llevarla, Ernesto.
ERNESTO: Tenés razón, Eva. No debemos llevarnos más que a nosotros mismos. Quisiera oír otra vez la lluvia sobre la chapa, tengo ganas de dormir. (Comienza a llover)
EVA: Tengo ganas de soñar.
ERNESTO: Tu mano tiene gusto a frutas frescas, Eva.
EVA: Vamos, Ernesto. Ya es hora.
ERNESTO: Es tan linda la lluvia mansa. A veces me dan ganas de ser lluvia.
EVA: Lluvia sin viento, Ernesto.
ERNESTO: Sin viento, Eva... (Tomados de la mano desaparecen en medio de un fuerte contraluz. Pausa. Abril y Julio se incorporan. Miran como descubriendo.)
ABRIL: Es una linda noche, después de todo.
JULIO: Tengo ganas de tomar mate. El viejo me contagió. ¿Vos querés?
ABRIL: Amargos... ¿Sabés una cosa? Veo Sombras, Sombras que están alrededor nuestro
JULIO: Son tantas, pobrecitas. Es linda la lluvia. Mirate, te está limpiando las tristezas de la cara. Te ves preciosa con esas ropas.
ABRIL(Alza algo del suelo) ¿Querés escuchar?
JULIO: Si, quiero.
(Abril abre la mano y sale la misma música de antes. Lentamente comienzan a bailar. Las Sombras se le unen. Todo va en crescendo)
ABRIL: ¿Dónde queda el horizonte?
JULIO: Lejos, muy lejos.
ABRIL: ¿Nos extrañará alguien?
JULIO: Nos van a olvidar, seguramente.
ABRIL: Huelo a leche tibia con cacao.
JULIO: Ciruelas, ciruelas casi maduras. Y un jardín lleno de azucenas.
ABRIL: Es de noche y sin embargo veo los colores de mi infancia.
JULIO: ¿Te fijaste? Ahora soy poeta.
ABRIL: Veo estrellitas azules.
JULIO: Son recuerdos.
ABRIL: Soy el mar, soy la lluvia.
JULIO: Alguna vez tendremos que irnos. Volver al otro lado del espejo.
ABRIL: Más adelante... ahora quiero que bailemos.
JULIO: Entonces bailemos, Eva.
ABRIL: Bailemos, Ernesto, bailemos con las Sombras. Hay tanto para cuidar.
(La luz decrece hasta quedar un cenital sobre el malvón. Tras un instante, apagón final)

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Nombre y apellido: Duilio Olmes Lanzoni Fecha de nacimiento: 3 de Julio de 1962 Bolívar pcia. de Buenos Aires Dirección: Alvear 325 Bolívar TE. (02314) 42-4095 // 15416051 // E-mail: duiliolanzoni@speedy.com.ar